DE DONDE VIENEN?

domingo, 22 de mayo de 2011

¿Nunca pensaste porqué hacemos promesas que no podemos sostener en el tiempo? ¿O cómo pareciese que buscamos provisorios hasta encontrar a ese alguien y llegar a amarlo, solo para darse cuenta de que no podés conservarlo y tenés que dejarlo ir? Y ahí está lo triste de conocernos, darse cuenta de que somos eso, no más que una pelota que rebota hasta que se rompe, o un par de auriculares que terminan por quemarse.
Tristemente, me he debido acostumbrar a todos aquellos que fueron y nunca terminaron de ser, porque todo viene para irse. El caso es que se van, y que no duran, y que por alguna razón u otra terminan, y después empieza el trabajo de hacer como si no existiesen, como si nunca hubieran llenado las tardes que hicieron felíz a alguien, como si fueran solo otro alguien más que veo en la calle, solo que una vez que pasa no está allí, y ya no puedo mirarlo a los ojos.
Acostumbrarse, a eso estamos condicionados.
Conocer a alguien, gustarse, quererse, amarse (y todas las cosas que implica), desgaste, fin, y olvido.
Solo eso somos, nada más que eso. Algo que después nunca existió.

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